La historia de las galletas
2 de junio de 2020.
Fue una época extraña, para mí, para todos.
Llevábamos meses encerrados, sin saber si nos volverían a dejar salir ni cuándo.
Ya estaba harto.
Necesitaba aire.
Así que decidí llevar a Charlie a jugar al fútbol.
Fue un momento extraño en la historia.
Apenas unos días antes, George Floyd había sido asesinado.
Las imágenes se extendieron como la pólvora.
Las protestas de Black Lives Matter se encendían por todas partes.
Y todavía estábamos técnicamente encerrados... bueno, más o menos.
Las tiendas seguían cerradas. Algunos lugares estaban reabriendo.
Pero se podía sentir la tensión en el aire.
Como si algo estuviera a punto de romperse.
Recuerdo caminar por la ciudad de Reading unos días antes para coger algo de las tiendas.
Estaba completamente muerto, nadie alrededor.
Excepto un tipo.
Caminando arriba y abajo por la calle principal...
Sosteniendo un cartel que decía:
"Fin del bloqueo".
La historia de George Floyd fue diferente.
Normalmente, este tipo de historias se esconden bajo la alfombra.
¿Pero esta vez?
Todo el mundo estaba mirando.
Porque por una vez, nadie tenía otro sitio al que ir.
¿Yo?
Hombre negro.
Mi compañero es blanco.
Charlie, a quien considero un hijo en todos los sentidos.
Sí... ese momento sacó a relucir muchas cosas.
No sólo para mí, para todos.
No se trataba sólo de raza.
Se trataba de humanidad.
¿En quién nos estamos convirtiendo?
Unos días más tarde, Dave Chappelle lanzó su especial 8:46.
Dijo lo que la mayoría de la gente sentía pero no sabía cómo decir.
Ese vídeo tiene ahora más de 35 millones de visitas.
Pero antes de que cayera...
Yo tuve mi propio pequeño momento.
Volvamos al 2 de junio.
Llevé a Charlie a dar una vuelta.
Hay un campo de fútbol enjaulado a unos 10 minutos de nuestro piso,
Escondido detrás de una urbanización, pasado este pequeño puente en Gas Works Road.
Una entrada. Una salida.
Terreno de hormigón. Vallas de acero.
Vieja escuela, fútbol callejero.
Empieza el juego.
Iba 6-0 arriba.
Sintiéndome como el mejor Carlton Palmer.
Entonces golpeó la realidad.
Estoy jadeando.
Respirando hondo. Arrepintiéndome de cada encierro.
Charlie empieza a volver. 6-5.
Estoy sudando todo el Deliveroo que había comido en los últimos tres meses.
7-6. 8-7.
Lo raspo 9-8.
Charlie zumba: "¿Otra vez, otra vez?".
Intento quitarle importancia:
"No estás preparado".
La verdad es que: Apenas sobreviví.
Necesitaba salir.
Me salí con la mía. Solo.
En el camino de vuelta, las calles estaban en silencio.
Sin coches. Sin gente.
Ese extraño vacío del cierre.
Parecía que estábamos paseando por el plató de Soy Leyenda.
Entonces....de la nada..... apareció un coche.
Un Rover gris-azul.
Se ralentizó.
Luego se detuvo.
Bien. Siguiente. Por nosotros.
Lo cronometré.
No se sentía bien.
Entonces esta enérgica mujer blanca salta del asiento del conductor.
Llena de vida.
Se acerca directamente a mí y a Charlie.
Y estoy pensando:
"Bueno... al menos no es un drive-by."
Ella sonríe y dice:
"Sólo quiero decir....... te apreciamos. Eres increíble".
¿Eh?
Antes de que pueda responder, abre la puerta trasera...
Saca una bolsa blanca...
Y me la entrega.
"Aquí tienes una muestra de agradecimiento".
Luego vuelve al coche.
Y se va.
Charlie y yo nos quedamos ahí parados.
Confundidos.
Silencio.
Charlie me mira y se va:
"¿Qué demonios fue eso?"
😂
Miro en la bolsa.
Galletas.
Galletas reales, caseras.
Estoy viendo el coche desaparecer en la distancia.
Todavía sosteniendo la bolsa.
Volvemos andando al piso.
Se lo dije a mi compañero.
Me mira y se va:
"No te vas a comer eso, ¿verdad? ¿Y si está envenenado?"
Miré la galleta.
Le devolví la mirada.
Luego le di un mordisco.
Y déjame decirte algo...
Esas fueron las mejores malditas galletas que he comido.
Foto real de la bolsa de las galletas.
¿Qué tiene que ver esto con Evomone?
Todo.
Aquella mujer me enseñó algo aquel día.
No tenía palabras.
No sabía qué decir.
No sabía qué hacer.
Pero tenía galletas.
Y eso fue suficiente.
Ese era su don.
Y su don me mostró lo que tenía que hacer.
Ese acto .......
Tan aleatorio. Tan desinteresado. Tan puro.....que no podrías inventártelo.
Fue más poderoso que el dinero.
Más poderoso que un consejo.
Más poderoso que la ayuda.
Me recordó:
No necesitas una gran solución para cambiar algo.
Sólo necesitas la energía adecuada detrás de una pequeña solución.
Ese momento ha marcado mis pensamientos durante los últimos cinco años.
No lo he olvidado.
Porque lo supe en ese momento.
No había vuelta atrás.
Recibí el mensaje.
Evomone es mi forma de decir gracias... por las galletas.